Consideramos al cuerpo cómo el instrumento base del que dispone el ser humano, para su propio conocimiento y su propia expresión. De la misma forma que el cuerpo es el primer instrumento del que dispone el bebé para recoger información del entorno y de sí mismo, para elaborar sus esquemas conceptuales sobre si y sobre los sistemas de los que forma parte y desarrollar sus patrones de acciones/movimientos para ir evolucionando en su crecimiento personal.


Necesitamos jugar, al igual que el bebé, para reconocer, para saber. Jugar con nuestros cuerpos para conocer quiénes somos. Trabajar nuestro cuerpo para potenciar nuestros pensamientos, flexibilizar nuestro comportamiento y validar nuestras emociones, equilibrando así los tres cerebros: reptiliano, límbico y neocortex. Necesitamos integrar el intelecto con todos los demás conocimientos. El cuerpo es el reflejo de nuestra mente. Somos cuerpo, no podemos mejorar nuestra inteligencia y nuestra salud si no atendemos el tándem indisoluble cuerpo-mente.


En este punto, consideramos necesario hacer una distinción entre los conceptos "baile" y "danza". Entendemos que el baile es una secuencia de movimientos que se realizan al ritmo o al compás de una música determinada, mientras que la danza es una secuencia de movimientos que precisan de una preparación física previa con una gran carga de conocimientos anátomicos y corporales.


En esta pequeña gran diferencia encontramos la clave de la potencialidad de la danza para favorecer el desarrollo y crecimiento de la persona. El baile, libre a nuestro entender porque no precisa de esos conocimientos anatómicos y corporales, libera energía y segrega las hormonas que el organismo necesita para restaurar el equilibrio y alcanzar el bienestar. Si a esto le sumamos el trabajo físico derivado de la construcción del vocabulario de la danza académica, para ampliar la consciencia corporal y los patrones de movimiento de las personas, junto con el trabajo de flexibilidad para poder elongar su cuerpo, podemos aumentar el abanico de patrones de conductas y la capacidad de adaptación a los cambios imprevistos en la vida cotidiana.


Además, con el trabajo físico específico de los fundamentos de la técnica de la danza académica, como son el enraizamiento al suelo, la elongación al cielo y la expansión hacia los cuatro puntos cardinales, estamos conectando a la persona con el universo, cogiendo la energía de la tierra y elevándose liviana al cielo y a los lados, convirtiéndose en parte del entramado del funcionamiento de este mundo, integrándose en la unidad de la que todos formamos parte, el universo.


Cuando una persona se introduce en una sala de danza, rodeada de espejos, lo más ligera de ropa posible y con el pelo recogido, podemos observar su postura corporal, el estado de tensión-relajación de sus músculos, el nivel de permeabilidad de la musculatura durante la realización de los ejercicios, el tipo y ritmo de su respiración, el apoyo de los pies en el suelo sin la barrera de los zapatos de calle, podemos ver a la persona en su estado mas puro.


La persona se siente desnuda y vulnerable. Ante ella, el psicoterapueta y el grupo, en caso de que lo haya. Similar a la llegada del bebé al mundo. En esa situación de vulnerabilidad, el psicoterapueta tiene el deber de realizar un trabajo honesto con una mirada maternal, su compartir tiene que estar cargado de compasión y amor, y la dirección de la sesión debe ser muy delicada, rigurosa y disciplinada.


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